El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos. (Marcel Proust)
Redescubrir el entorno cotidiano en Nouvelle-Aquitaine
Comencemos a mirar con nuevos ojos aquí, con estos paisajes que nos rodean y forman nuestro entorno de vida.
El sol, el viento, el rocío de mar, las nubes... modifican los paisajes según van pasando los días. En Nouvelle-Aquitaine, la relación de la región con la naturaleza es muy fuerte y llena de respeto, mucho más, sin duda, que en otras partes.
Aquí, las estaciones pasan y presentan ante nuestros ojos el espectáculo del mar, la tierra, la vida... Un espectáculo que no deja de renovarse.
Estos paisajes naturales en los que vivimos a diario —o durante una estancia— no podrían ser lo que son sin el trabajo de los hombres, de los agricultores, los ganaderos, los productores de cereales, los viticultores..., quienes han trabajado la tierra desde hace milenios, creando unas regiones excepcionales reconocidas en todo el mundo.
Sin el trabajo conjunto del hombre y la naturaleza, no existirían las praderas con flores ni los boscajes mecidos por el canto de los pájaros. No habría marismas que reflejan la puesta de sol, pastos aborregados, coloridos mosaicos de cereales o bosques en los que pasear a la sombra de los pinos.
La montaña
Desde las verdes ondulaciones del País Vasco hasta las cimas nevadas de los Pirineos, desde los amplios paisajes bearneses hasta los valles profundos tallados en la roca.
Las montañas de Nouvelle-Aquitaine hablan de una naturaleza en la que se enfrentan sin cesar dulzura y dureza.
Esta dualidad se ve suavizada por el trabajo de los hombres. Las líneas suaves de los viñedos que realzan la topografía de estos lugares. Los pastos de las colinas y mesetas, en los que los rebaños dispersos forman pequeñas constelaciones.
Seguramente te encuentres aquí y allá un lago con forma de corazón batiente, un río salvaje, un estanque relajante, un horizonte despejado hasta el infinito.
Granjas aisladas y pueblos pequeños marcan los paisajes y ofrecen refugios donde descubrir los manjares que ofrecen estas «tierras del fin del mundo». Entre otros, encontrarás: los vinos de Irrouleguy, de Le Béarn y de Jurançon; la sidra vasca; los quesos de Estive, entre ellos, el famoso Ossau-Iraty; el embutido vasco procedente de cerdos negros de Bigorre; los pimientos de Espelette; etc. Podrás saciar tu deseo de disfrutar de una gastronomía auténtica.
El campo
En Nouvelle-Aquitaine, no se puede hablar de «campo», sino de «campos».
Aunque las topografías cambien, todas tienen en común unos panoramas marcados por plantaciones de bosques. Las praderas omnipresentes se funden en un claroscuro de colores que oscilan entre los verdes más intensos y los ocres, pasando por toda la gama de los amarillos, los cuales crean paisajes realmente impactantes.
A veces intimistas y secretos, a veces abiertos hacia el horizonte, una miríada de pequeños senderos que invitan a perderse por un instante los recorren.
Encontrarás corderos, vacas, cabras, ovejas, caballos e incluso avestruces: ¡estos paisajes no dejarán de sorprenderte!
Olores frescos a humus y hongos y el aroma del heno seco y las flores de los campos. Estos paisajes están muy influidos por los cambios de estación y el trabajo de la tierra. Labranza, cereales, leguminosas, vergeles... Vuelve una estación tras otra y tendrás la sensación permanente de estar redescubriendo la región.
En los mercados, déjate llevar por los colores iridiscentes y los aromas de los puestos. Saborea el fruto del trabajo de unos campesinos que adoran su tierra y disfruta de los productos de Nouvelle-Aquitaine.
El océano
Y más allá de las tierras, allí, en el horizonte, el océano.
Kilómetros de costas se encadenan, todas distintas. Acantilados abruptos, dunas de contornos suaves, largas playas de arena fina, pequeñas ensenadas que albergan puertos de pesca con barcos de colores...
En ellos, encontrarás bonitos mosaicos grises y negros dibujados en el oleaje (los parques de ostras) y pequeñas estacas en las que los pájaros suelen descansar («bouchots»). Allí, verás el ocaso en el reflejo de las marismas y cómo el sol juega al escondite con las pilas de sal.
Rompiendo la línea del horizonte, un barco se dirige hacia mar abierto o surge la sombra apacible de un carrelet suspendido por encima del oleaje. La arena que se pega a los dedos de los pies y los reflejos nacarados de los últimos rayos de sol en la espuma.
Y, omnipresentes, el rugido del océano, el carrizo ondeando por el viento, la quietud del aire cargado de rocío.
En los puertos de llegada de los barcos, en los puestos de los mercados o en las coloridas cabañas de los pueblos ostrícolas, descubre todo lo que el hombre y el océano han construido juntos: peces, ostras, mejillones, moluscos, salicornias, algas... Cuando te marches, te sentirás, sin duda, revitalizado y encantado.
Los viñedos
Los viñedos de Nouvelle-Aquitaine dan prestigio a la región en todo el mundo: Margaux, Saint Emilion, Sauternes, Bergerac, Cognac o Armagnac, por citar solo algunos de ellos.
Sus líneas paralelas realzan las ondulaciones del suelo, creando nuevas vistas que se pierden en el infinito. Unos panoramas abiertos sobre las montañas, las colinas o el océano.
A merced de las estaciones, dan vida a los paisajes. Y es que se trata de paisajes que cobran vida gracias al trabajo de los hombres: sembrado, podado, cosecha. Parece que son siempre los mismos, pero, de hecho, nunca son exactamente iguales.
En el corazón de los pueblos y detrás de los gruesos muros de las propiedades, encontrarás el corazón batiente de los viticultores que perpetúan, generación tras generación, un saber hacer único y su pasión por la tierra. Abre las puertas de las bodegas y saborea el néctar de los dioses en un ambiente agradable.
📷 Descubrir los paisajes de Nouvelle-Aquitaine e inspirarse en la cuenta de Instagram del CRTNA