Al doblar una esquina, aparece ante mí la escena que me mantendrá ocupado todo el día: una antigua casa con entramado de madera, un taller de cerámica y el bullicio de los días de mercado. Intento ser discreto, pero no paso desapercibido. Mientras dibujo, recibo cuatro o cinco cumplidos y otros tantos consejos para la continuación de mi periplo.
Me instalo al principio del puente y mi mente se abstrae dibujando la fachada de un edificio surcado de vigas de madera. Junto a mí, cuatro estudiantes vacían un apartamento.
Desde la esquina de esta casa, una estatua de la Virgen y dos carteles de dirección prohibida vigilan una rotonda marchitada por el calor. Soy la única persona que recorre las calles, los lugareños prefieren esconderse del sol.
En este sorprendente edificio, no hay nada que destaque, solo carteles de exposiciones de arte moderno. A mi alrededor, una improbable horda de bomberos se ha desplegado para intervenir en el barrio... ¿o será una performance artística?
Me instalo en el atrio de Les Halles para disfrutar de la excelente vista de la plaza. Los que están debajo, sentados en las terrazas de los cafés, ni siquiera notan mi presencia. "Ver sin ser visto", la receta ideal para capturar el alma de una ciudad.
En el camino de vuelta, dedico media hora a este antiguo edificio que me llamó la atención por la mañana. Los tonos y los materiales son increíbles, pero mi tren no espera. No importa, ya he puesto fecha para volver a Niort con mis lápices de colores.
Escribir, trazar, dibujar y contar historias ... Su pluma y su cuaderno de dibujo son sus mejores armas para conocer los lugares y sus gentes.