Un sueño de infancia
Construir una cabaña en un árbol y dormir en ella es un sueño que tengo desde niño y, por fin, he podido cumplirlo en el Parc de la Belle de Magné. En un parque magnífico de 12 hectáreas con varias especies de árboles y una gran variedad de plantas, se han acondicionado 15 cabañas para dos o más personas. Me decidí por la que han bautizado como «Gibbons».
Durante la recepción en la bonita casa burguesa del parque, el responsable del lugar nos dará las indicaciones necesarias para acceder a nuestro «nido» y nos hará entrega del equipamiento, formado por sábanas, agua, cerillas, papel de baño y una linterna frontal. Esta última será muy útil cuando termine el día y llegue la noche.
Una escalera y dos puentes de cuerda
El coche se queda a la entrada del parque y, con él, el mundo moderno... o casi. Es necesario conservar el teléfono móvil, por si surge algún problema. Caminar por la noche entre los árboles marca el tono de lo que será la velada. Un pequeño panel nos indica cuál es nuestra cabaña. Una escalera y dos puentes de cuerda permiten acceder hasta ella. Un ascenso hasta los 14 metros de altura. ¡Espero que no tengáis vértigo!
Una vez llego a la terraza, me apresuro a descubrir nuestro hábitat. Un auténtico nido solo con lo esencial: una mesa, sillas y una cama aparecen según voy encendiendo las velas. Aquí no hay ni electricidad ni agua corriente.
Es el momento de colocar nuestras cosas, ya que la comida nos espera al pie del árbol, atada a una cuerda. Gracias a una polea, la hizo hasta la terraza. Nos la comemos a la luz de las velas: está formada por productos locales (que debemos reservar con antelación) y está deliciosa.
Una pausa a la luz de las velas
Durante la noche, olvidamos que «flotamos» a varios metros de altura, pero el tambaleo de la cabaña cada vez que nos movemos se encarga de recordárnoslo.
En este lugar fuera del mundo, te dedicas a hablar, a leer... Cualquiera diría que el tiempo se ha detenido.
La noche se anuncia fría. Bien calientes debajo del edredón, los ruidos del bosque, el ulular de las lechuzas y el viento azotando las hojas nos acompañan mientras dormimos.
Por la mañana, tenemos un despertar suave gracias al canto de los pájaros y a la luz que entra por las pequeñas ventanas.
El desayuno nos está esperando al pie del árbol. En la terraza, dedicamos un instante a contemplar las vistas sobre el bosque, únicas gracias a la altura, pero ha llegado el momento de partir. ¡Nos prometemos volver a disfrutar de este momento de descanso!
Consejo. Por la mañana, visita el parque. El lugar, formado por varios espacios, entre ellos algunos laberintos, es tanto un placer para la vista como para el olfato.
Después, descubre el Vallée des Singes, a pocos minutos al sur de Magné, y experimenta la naturaleza de un modo insólito.